Observar no es lo mismo que mirar. Todos miramos pero observar es algo que nos cuesta mucho más. Porqué observar requiere tiempo, calma y paciencia, y en este mundo tan acelerado hemos dejado atrás la observación consciente en el camino. No significa que los hayamos perdido, sino que están latentes, olvidados.
En este año que está a punto de terminar he llegado a la conclusión que las cosas que merecen la pena tiene que ir lentas y, mi aprendizaje con respecto a la fotografía de la calle va bastante lento. Tan lento que a veces desespera, aún sabiendo que merece la pena. Pero todo tiene una lección, con esto me di cuenta que uno, he de practicar la idea de un proyecto, algo que unifique mis fotografías y, dos, reaprender los básicos: escuchar y observar.
Cuándo empiezas a observar todo lo cotidiano es extraordinario, todo lo banal es más interesante y poco a poco, entiendes la belleza en lo más mundano. Cómo el bar de la esquina de tu calle; nada más que un simple bar, con cuatro sillas, cuatro parroquianos y casi siempre vacío. Paso por ahí todas las semanas y nunca le he visto nada particularmente interesante. Hasta el otro día.
Tras salir a fotografiar el otro día y ver que tras un par de horas mis fotografías eran bastante malas, decidí volver a casa y salir en otro momento. Quizás estaba en el flow pero al pasar por ese bar vi observé las luces y un café consumido. Tiré una foto. Y, ¿sabes ese momento que sientes que algo encaja? ¿Qué hace algún tipo de click? Este fue uno. Me pasé 10 minutos tomando imágenes de la mesa, las sillas y el café. Podría buscar explicaciones de porqué estaba interesado en estos elementos pero sólo sé que la luz me cautivó y yo… pues me dejé llevar.